sábado, 5 de octubre de 2013

Olor a libro viejo

Aquí van las fotos de la feria del PaperAntic en Barcelona. Luego hemos ido al Maremagnum a una exposición/mercadito de Cupcakes (aunque no ponga ninguna foto). 









Los que queráis ver las fotos de la muestra de cupcakes del Maremagnum podéis echarle un ojo al blog: http://virutaschocolate.blogspot.com.es

¡A leer que son dos días!

viernes, 4 de octubre de 2013

Ilustración de Margom

Mirad que pedazo ilustración me ha hecho Álex Márquez (Margom), la gané con un concurso que hizo en la página oficial de ilustraciones:https://www.facebook.com/margomdrawer?fref=ts ¡Además hoy ES SU CUMPLEAÑOS! ¿Qué mejor regalo que darle "like" a su página para estar al día de todo su trabajo? (Alomejor dice: 'pues prefiero un coche para mi cumple', pero tu dale a "like" que seguro que le hace más ilusión)

Dos cosas más, siento el retraso de la continuación del relato anterior pero pronto lo tendréis por aquí y recordad que mañana voy a la feria del coleccionismo en las Cotxeres de Sants (Barcelona).

PD:  Aviso, por muy asombroso que sea el parecido, yo no soy el de la ilustración, es Heracles. Se la pedí para uno de mis relatos

miércoles, 2 de octubre de 2013

Mi paciente dijo "miau" (1)

Isaac abrió su portátil decidido a escribir sus memorias. Tenía noventa y siete años y, según sus planes, le quedaba, por lo menos, una veintena más. Las manos le temblaban a causa de la vejez y los ojos cristalinos casi no le dejaban ver pero él sabía que la juventud se llevaba por dentro.  Era la mañana de un jueves cualquiera del el año 2110. El anciano psicólogo quería dejar por escrito los recuerdos de los trabajos que lo hicieron famoso, antes de que la vejez le arrebatara la memoria.
Se sentó en frente de la pantalla y empezó a dictar en voz alta todo lo que el ordenador quería que dejara por escrito. “Como toda buena historia, la mía empieza con una llamada…”

Como toda buena historia, la de Isaac empezó con una llamada. No solía recibir muchas en su despacho, por lo que supo en seguida que iba a ser importante. Movió la cabeza y su cuello crujió, era una mala costumbre que solía hacer cuando estaba nervioso. Alargó el brazo y descolgó.
-¿Dígame?
-¿Isaac? ¿Eres tú? – Una voz femenina sonaba por el auricular. Contenía un vago recuerdo que Isaac no lograba adivinar.
-Sí, soy yo. ¿Con quién hablo?
-Soy Agatha, ¿Te acuerdas de mí? Estudiamos juntos el primer año de psicología.
-¡Agatha! Qué sorpresa – Hacía más de siete años que no hablaban y, aunque Isaac recordaba hablar con ella, no conseguía dibujar su rostro en su memoria -. ¿Cómo estás? Recuerdo que lo último que supe de ti es que dejaste Psicología para hacer Biología, ¿me equivoco?
-¡Que buena memoria tienes! Tienes razón, de hecho la acabé. Y por eso te llamo. Estamos buscando a algún buen psicólogo de confianza para un trabajo en mi laboratorio.
-De acuerdo, tengo algunos contactos que…
-No. Te estoy ofreciendo el trabajo a ti.
-¿A mí? Si apenas tengo un año de experiencia.
-Eres perfecto. No queremos a alguien que esté oxidado ni a algún especialista en cualquier campo. Buscamos a alguien que tenga sus estudios frescos en la mente.
Isaac frunció el ceño. No había sido un alumno ejemplar de su promoción, se sacó la carrera por ser el negocio familiar. De hecho esperaba ahorrar lo suficiente en la oficina de su padre para irse a vivir lejos y estudiar otra cosa. Aun así quiso dar una oportunidad a aquella ocasión. Aunque su trabajo no era su vocación, la idea de dejar las redes laborales familiares le atraía. Aceptó el trabajo y Agatha le dio una lista de todo lo que debía traer. No iba a hacer ni siquiera una entrevista previa, entraría de cabeza a ser parte de la sociedad de E.S. Zoos.
A la mañana siguiente estaba preparado según las instrucciones que le habían dado por teléfono. Esperó delante de su casa con la maleta preparada como si fuera a hacer un largo viaje. Un coche con el logo de E.S Zoos llegó a la hora indicada e Isaac se subió a él después de abrazar a su madre y estrechar la mano de su padre como única despedida. Dentro del vehículo lo esperaba Agatha.
En ese instante la imagen de su rostro volvió a su mente aunque algunos rasgos de madurez lo hacían diferente. Era una chica guapa que emitía profesionalidad por cada uno de los poros de la piel. Lo recibió con una sonrisa dibujada solo con los labios, bastante artificial o por compromiso. “Es una pésima actriz” pensó Isaac.
-¿Vas a explicarme ya en qué consistirá mi trabajo? – Isaac temió que la manera en la que había planteado la pregunta fuera demasiado inquisitiva -. Me tienes intrigado – Quiso aflojar su tono con un risa tímida.
-Tu trabajo será la de un psicólogo como cualquier otro. No te preocupes, no te vamos a hacer probar drogas ni medicamentos experimentales, si es lo que habías pensado.
-No, ni mucho menos. Pero me intriga saber quién o quienes serán mis pacientes. ¿Son trabajadores estresados? ¿Algún compañero tuyo que haya ingerido algún medicamento experimental sin querer?
-Nada de eso. De momento no puedo decirte nada. No es una cuestión de secretismo, simplemente quiero que descubras tu nueva labor de golpe. Si te la contase ahora posiblemente no me creerías.
Isaac asintió y pasó el resto del viaje sin decir nada más. No tardaron mucho más en llegar a su destino y eso decepcionó a un psicólogo que quería ampliar sus horizontes o, mejor dicho, traspasarlos. Entraron por unas puertas de cristal a un edificio gigantesco y de aspecto moderno. Isaac seguía a Agatha un paso por detrás de ella y ambos entraron en un ascensor. Cuando las puertas estuvieron cerradas, Agatha sacó una pequeña llave y la metió por una ranura situada junto al botón del piso inferior, marcado como “-1”. Al llegar a ese piso anduvieron por un pasillo estrecho que daba a una única puerta con un megáfono instalado a la derecha. Agatha presionó el botón del megáfono.
-Ya estamos aquí.
Nos adentramos en una inmensa sala repleta de mesas de laboratorio, ordenadores y pizarras. Unas quince personas, todas con batas blancas, trabajaban allí. También había un mono. Agatha miró a Isaac y le hizo una señal para que lo acompañara. Isaac no podía apartar la mirada del simio, sentado encima de una de las mesas. Tal era su distracción que casi tropieza con Agatha, que se había detenido delante de otra puerta. Ella sacó una tarjeta del bolsillo y la pasó por un lector luminoso que dio un pitido y abrió la puerta.
-Isaac, te presento a tu nuevo paciente, Enrique.
Delante de mí, sentado en una mesa blanca y mirándome con unos ojos enormes y verdosos había un gato. No un gato cualquiera, tenía mi altura y sonreía. También vestía una bata blanca pero, a diferencia de los individuos de la otra sala, era la única prenda que le cubría el cuerpo. Se levantó y me acercó la mano. La garra.
-Encantado de conocerle, doctor. 

jueves, 26 de septiembre de 2013

Olor a libro viejo (y de ocasión)

Lo prometido es deuda. Aquí van algunas imágenes de la 62a Fira del Llibre antic i d'ocasió. La voy comentando con las imágenes.


Como bien explica el nombre de esta feria, se pueden encontrar libros muy antiguos, algunos descatalogados y otros más actuales con un precio mucho más barato que el que puedas encontrar en cualquier tienda o librería.



Hay una pequeña exposición con los carteles de ferias anteriores y los diarios que cubrían la noticia. No hay que olvidar que este año es la 62ª edición de la Feria, en cuarenta años más cumplen el centenario. 


Estas dos últimas fotos son simples curiosidades. La primera es una especie de bestiario abierto por la página del unicornio. Me hizo gracia por el hecho de que ayer mismo acabé el libro "En busca del unicornio" de Juan Eslava Galán (lo recomiendo mucho). La segunda imagen es un ejemplar antiguo del "Origen de las especies" escrito por Carlos Darwin. Me hizo gracia que tradujeran el nombre. 

Os recuerdo que la feria estará en pié hasta finales de mes, abriendo incluso los fines de semana, os toparéis con ella si vais al Passeig de Grácia de Barcelona.

¡A leer que son dos días!

lunes, 23 de septiembre de 2013

Festa del col·leccionisme

Ayer estuve en la "XX Festa del col·leccionisme" en Barcelona. Fue la primera vez que asistía a un evento de ese tipo y me convencí de que no sería la última. Me sorprendí de la cantidad de personas que coleccionan de manera seria y casi profesional puntos de libro, chapas, sobres de azúcar, figuras de los huevos Kinder... Volví a echar cuatro fotos y aquí las tenéis:







Por supuesto no me fui con las manos vacías, me llevé este juego de puntos de libro que configura un cuadro de St Jordi (en cuya festividad se regalan libros y rosas):


Antes de irme quiero anunciaros que la "Fira del llibre antic y d'ocasió" ha vuelto este año en Passeig de Gracia de Barcelona, como cada año. El miercoles me pasaré por allí y volveré a echar cuatro fotos.

¡A leer!


miércoles, 18 de septiembre de 2013

Llibres Lliures

Como ya comenté ayer por twitter visité la nueva librería Llibres Lliures de Barcelona. Es un proyecto cultural muy interesante que se asienta únicamente en donaciones de vecinos y amantes de la lectura. Los libros que llenan sus estantes son para uso público, es decir, cualquiera puede cogerlos y leerlos sin ningún tipo de coste. Además trabajan en proyecto y actividades con el barrio. Pero ellos mismo os podrán informar mejor en su twitter y en su Facebook

Aquí van algunas de las fotos que saqué ayer:



El tablón de anuncios con las próximas actividades de la librería.


El libro que cogí yo ("Fundación e imperio" de Isaac Asimov") con
el sello de la librería.

Y hasta aquí el post. Tengo ganas de volver a este lugar a donar libros y a llevarme un buen puñado más. Os animo a que lo visitéis y participéis en sus actividades.

Y como siempre os recomiendo: ¡A leer que son dos días!

miércoles, 21 de agosto de 2013

¡Novedades!

El verano se va acabando y no quiero que finalice sin presentaros unas novedades suculentas. Después de el sorteo que hice del libro lo repasé (ortografía, incongruencias, etc.) y ahora podéis conseguir la recopilación en papel o en PDF en los enlaces que están arriba a la derecha. La edición en papel hay que pagarla, el precio es un poco excesivo a mi parecer pero yo no gano nada para que quede lo más barato posible. Espero que los disfrutéis.

Más cosas: Hace unas semanas participé en un concurso de relatos de la editorial Planeta. Cuando sepa si he ganado o no os avisaré y, en caso negativo, subiré el relato aquí.

Ahora estoy escribiendo mucho. Estoy volcando todas mis fuerzas a una historia que, en caso de que dé para un libro la publicaré sin pensarlo. Es una historia policíaca y no os puedo dar más pistas.

Espero que estéis pasando unas muy buenas vacaciones.

¡A leer que son dos días!


miércoles, 14 de agosto de 2013

De vacaciones

¡Buenas! ¿Me habéis echado de menos? No lo dije pero estoy de vacaciones. Sigo escribiendo, pero no son cosas para el blog, son relatos para concursos u otros proyectos, el blog lo retomaré en septiembre.
¿Cómo van vuestras lecturas veraniegas? Yo ya llevo unas cuantas:

"Deja en paz al diablo" - John Verdon
"Fundación" - Isaac Asimov
"El misterioso caso de Styles" - Agatha Christie
"Bóvedas de acero" - Isaac Asimov (en proceso)

¿Ya los habéis leído?
¿Qué estáis leyendo?

Pronto os diré como conseguir un ejemplar de "El relato de mi vida" a través de internet
Un saludo y ¡A leer que son dos días!

lunes, 8 de julio de 2013

Monjas cuestionables (1a parte)

El convento de “Nuestra señora del cerro” vivían una treintena de monjas cumpliendo sus votos sin ningún percance. Su rutina las mantenía vivas y ocupadas. No podían ser más felices. Aun así había algo que perturbaba a la abadesa Teresa (o como comúnmente se conoce, la madre superiora): iban acerrar el convento. La principal fuente de dinero que mantenía el lugar abierto provenía de una mensualidad que la Orden de Administradores de Encuentros Católicos les entregaba cada mes.
-…Pero “Nuestra Señora del cerro” es un convento poco significativo que debemos cerrar, es un gasto innecesario, hace años que no se organizan reuniones allí. – Le comunicaba fray Marcos – sabe que los tiempos de crisis que estamos pasando son muy duros…
-No me venga con excusas, nunca ha faltado dinero. ¿Por qué nos cierra? – La superiora Teresa era inteligente, muchos habían intentado tomarle el pelo antes sin conseguirlo, es más salían mal parados – Dígame la verdad, nuestro Señor sabe que si miente lo sabré.
Fray Marcos suspiró con fuerza, era lo equivalente a un becario en prácticas, deseoso de entrar en la orden de los Clérigos regulares pero de momento sólo le daban trabajos desagradables como el que estaba ejecutando y si preguntaba por su importancia siempre le decían: “Ninguna obra es pequeña bajo los ojos de Dios”. Fray quería saber si iba a ser Dios el que le daría un aumento. Le faltaba la chispa de astucia necesaria para saber cómo manipular a la gente así que, cuando la abadesa le pidió la verdad se la dijo sin pensarlo dos veces.
-El ayuntamiento Falguera, donde estáis, ha ofrecido una oferta suculenta a mis superiores para echar abajo el monasterio sin hacer preguntas. El rumor dice que estás geológicamente bien localizadas en el pueblo y que ocupáis un lugar que se podría aprovechar mejor. No lo han pensado mucho: no guardáis reliquias ni tenéis un valor histórico, así que…
-¿Cuánto?
-¿Perdone?
-¿Cuánto le ofrece? Lo doblo.
Fray Marcos hizo un ruido seco que se interpretó como una risa con desgana.
-¿Cómo? ¿Vais a hacer un mercado especial de bollería? ¿Tenéis ahorrado suficiente de las ventas de manualidades como para parar un ataque como ese?
Hubo un silencio. La Abadesa Teresa apretaba la mandíbula, lo hacía siempre que analizaba algo con fuerza para buscarle solución. Se apretó los ojos con el índice y el pulgar. No sabía qué hacer, estaba atrapada.
-Déjenme unos días para reflexionarlo. Por lo menos déjenme hablarlo con mis hermanas. Dígales a sus superiores que encontraremos una forma de arreglarlo.
Se despidió y colgó el teléfono. Era tarde y se sentía cansada. Quería dormir antes de seguir pensando en ello, probablemente por la mañana lo vería desde otra perspectiva. Se fue a la cocina a buscar un vaso de agua, de camino encontró a Sor Cándida, era una señora muy mayor, casi senil y arrugada como una pasa en el desierto. Era de aspecto cuco, su pequeña altura le daba un aire inofensivo y en su cara tenía dos ojos azules cristalinos que, cuando hablabas con ella y te miraba, sabías que no te entendía. Se pasaba el día viendo la tele si no estaba en la cocina haciendo los mejores dulces de yema de cualquier convento. A esas horas sólo hacía zapping hasta que se quedaba dormida y la madre superiora iba a buscarla.

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“Los libros que la modelo Alba Nowakis ha leído…”
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La abadesa Teresa dejó de caminar. Había escuchado algo que le encendió una bombilla en su cerebro, era arriesgado pero debía intentarlo. 

martes, 2 de julio de 2013

¡Ganadora!

Y aquí está la ganadora del sorteo luciendo su premio. Pronto os diré cómo podréis conseguir un ejemplar de "El relato de mi vida". Y quien sabe... a lo mejor vuelvo a hacer un sorteo dentro de un tiempo.


¡Muchas felicidades!

Cuando lo dejes ir (2a parte)

Sara no sabía por qué Cristian no había ido a clase. Supuso que se había quedado dormido. Sonreía al pensar que probablemente se había acostado la noche anterior con la chaqueta puesta y que con el calor no había podido dormir. Ese pensamiento la hizo relajarse y sacó los apuntes, la clase empezó. Normalmente las clases de Literatura eran aburridas: el profesor era un sexagenario que se plantaba delante de la pizarra y recitaba las clases como un radiocasete viejo y rallado. Pero aquel día la clase tuvo una serie de sorpresas inesperadas. Para empezar la silla del profesor se arrastró unos metros sin que nadie la empujara. Los alumnos se extrañaron, algunos empezaron a tener miedo. El rotulador rojo de la pizarra magnética levitó y escribió, bajo los atentos ojos de los presentes, la palabra FUERA. Al principio nadie supo qué significaba, pero todos lo entendieron cuando un golpe en la ventana resonó por todo el aula. El profesor exclamó, como si se acabara de despertar:
-¡Vamos, todos fuera!
Apelotonándose en los pasillos creados por las mesas de la clase, los alumnos salieron con dificultad del aula. Sara no. A Sara una voz que provenía de ningún sitio le dijo “Quédate”. Cualquiera hubiera pegado un salto del susto, pero Sara reconocía aquella voz. De hecho la tranquilizó y ella obedeció la orden. El profesor salió del aula, se giró y vio a Sara sentada aún en su pupitre, fue a buscarla pero la puerta se cerró como con un golpe de viento. No fue un golpe de viento: el viento no gira las cerraduras de las puertas.
Sara estaba inmóvil, sentada en su pupitre esperando que aquella voz volviera a hablarle. Quería que aquella voz volviera a hablarle. Vio una silueta en el lugar donde unos instantes atrás su profesor recitaba la clase del día. Lo reconoció enseguida: era Cristian con su chaqueta nueva. Se levantó, tenía un mal presentimiento, una vocecita le decía que algo andaba mal pero por otra parte estaba contenta de poder ver a su novio. Entonces se dio cuenta, podía ver las letras de la pizarra a través del cuerpo semi-transparente de su novio. Se tapó la boca por la sorpresa.
-¿Cri…Cristian?
La figura se giró lentamente sin mover ni un músculo, como si estuviera encima de una plataforma giratoria. Efectivamente era Cristian pero su cara tenía una expresión de tristeza que Sara no había visto nunca. Siempre que Cristian estaba cerca de su novia no podía dejar de sonreír. Era más un gesto incontrolado que una expresión voluntaria, siempre sonreía con ella. Pero no esta vez. Tenía los ojos hundidos en unas ojeras oscuras. Como si hubiera llorado tanto como para no dormir tres días seguidos. Levantó la mirada y la vio. Su cara intentaba reproducir la sonrisa involuntaria pero no podía.
-Sara… Tienes que ayudarme. 

lunes, 1 de julio de 2013

Cuando lo dejes ir (1a parte)

Cristian se sentía afortunado. Su novia Sara lo quería y él lo sabía. Tenían la suerte de verse cada día en el instituto donde cursaban bachillerato. El día anterior ella le había dado un regalo de aniversario adelantado: una chaqueta de jugador de rugby, de aquellas típicas de las películas americanas que llevan los más populares. Era roja con las mangas blancas: exactamente la misma que habían visto unos meses atrás en un escaparate de su ciudad. Cristian la lucía aquella mañana con orgullo, no sólo por saber que le quedaba bien, sino porque que aquello representaba, de alguna forma, que su relación iba bien.
Se subió al autobús como todas las mañanas pensando qué podía regalarle a Sara, tenía un par de días antes de que cumplieran su primer año y su regalo debía ser tan genial como el que había recibido. Se sentó en el mismo sitio de siempre esperando que el jefe de estudios de su instituto no lo viera, ya que solían coger el mismo bus y si se sentaban juntos no paraba de hablar. En la parada siguiente, antes de coger la autopista se subió un hombrecillo con una gabardina que le llegaba a los pies. Era calvo y encorvado. Parecía que sostenía una cosa debajo de la gabardina que llevaba. Sudaba mucho y se puso muy nervioso cuando el conductor le llamó la atención cuando se dejó el ticket del viaje. Levantaba la cabeza como buscando a alguien y se sentó al lado de Cristian. A éste le pareció graciosa la manera en que aquel hombre actuaba. El bus arrancó y sobrepasó un badén bruscamente, en ese instante la gabardina de su acompañante se abrió un poco y dejó ver lo que llevaba debajo. Cristian vio el cargamento de dinamita y abrió los ojos sin poderlo disimular, el hombrecillo observó la expresión del chico y se tapó rápidamente. Cristian empezó a negar con la cabeza, pero las palabras se le escapaban.
-No, no, no. ¡NO! No voy a morir aquí ¿Me oyes?
- Cállate – le respondió aquel hombrecillo.
-¡Este hombre tiene una bomba!
Los pasajeros empezaron a murmullar. Cristian le dio un empujón a aquel hombre y lo lanzó al pasillo de autobús.
-¡No nos vas a matar, cabrón! ¡Sal de aquí!
El hombrecillo abrió la gabardina y todos pudieron ver lo mismo que Cristian había visto unos segundos antes y además una pantalla con una cuenta hacia atrás que marcaba solamente ocho segundos.
-Demasiado tarde – dijo el hombre con una sonrisa.
-¡No! ¡No voy a morir aquí! – Cristian fue a darle un puñetazo como si así pudiera detener la bomba. No llegó a tocar la cara del hombrecillo, la bomba estalló antes. 

domingo, 30 de junio de 2013

Y el ganador es...

Hoy era el día en que finalizaba el sorteo del libro con los primeros 9 relatos del blog más uno inédito. ¡Gracias a tod@s por la participación pero sólo podía haber un ganador. En este caso ha sido ganadora:

Noelia Jenifer Banchero

¡Muchas felicidades! Espero que lo disfrutes. A los demás os deseo más suerte la próxima vez, cuando haga  otra recopilación con los siguientes relatos. ¡Estad atentos!

¡A leer, que son dos días!


sábado, 22 de junio de 2013

Mi segunda parte de la herencia (3a parte, final)

-¿Abuelo?
En una de las mesas, jugando a póquer, mi abuelo me mira. Su expresión cambia de sorpresa a confusión, pero luego se pone a reír.
-¿Ya la has liado? – Yo también empiezo a reírme, él se levanta - ¿Me has echado de menos?
-No te emociones, viejo. Que no estoy aquí por ti. – Su aspecto de anciano que tenía antes de irse no ha cambiado, pero su porte es joven y desprende vida, valga la ironía.
Nos damos un abrazo. Volver a notar su olor y su fuerza rodeándome me da paz. Me sacude el pelo tal y como le gustaba hacer antes de morir. Es él. Se me escapa una lágrima.
-Cabrón – le digo riendo y llorando – te fuiste y me dejaste con todo este lío. – Él me mira con condescendencia.
-Ya, lo siento, pero no podía hacer nada. Tenía prohibido contárselo a nadie. Pero ahora estamos los dos aquí, puedo explicarte lo que quieras, a eso has venido ¿no?
-Je, pues la verdad es que no, para nada. – Me mira confuso – Vengo a buscar a la primera enviada. Quiero que tenga una segunda oportunidad, igual que ella, - señalo a la chica pelirroja – Creo que este trabajo…
-¿Perdona? – La nueva enviada me interrumpe cogiéndome del brazo. – Yo no quiero una segunda oportunidad. Quiero morir.
Lo que acaba de decir me descoloca por completo. ¡Les estoy haciendo un favor!
Entonces lo recuerdo. Cuando a la primera enviada le expliqué lo que había heredado me besó. Ella sabía que si lo hacía podría completar su viaje. Una parte de mí no quiere entenderlo. Una parte de mí está convencida que lo que quiero hacer es lo mejor, las chicas se merecen otra oportunidad. Pero otra parte de mí sabe que no es lo que ellas quieren, su deseo es dejar el mundo de los vivos sintiéndose completos. Miro a mi abuelo, me sonríe.
-Me recuerdas tanto a mí de joven… - me dice – La herencia que acabas de recibir no es completa si no entiendes esto: todas las chicas que te enviarán merecen haber tenido una vida completa, pero ya están muertas. Ya no pertenecen a tu mundo. Por eso sus familiares y conocidos no la reconocen, porque no son las mismas.
Miro a la chica, a la segunda enviada.
-Pensaba que me acompañabas porque me apoyabas. – Le digo. Ella me dedica una sonrisa triste.
-Lo siento pero te he acompañado porque, desde el momento que me explicaste por qué había aparecido en tu casa y tu intención de ir a buscar a la otra chica, supe que debía venir contigo para que mi último deseo se cumpliera. – Me abraza, me besa la frente – Gracias por todo.
Desapareció. Una tarjeta ocupa su lugar. La cojo.
Objetivo:
Vivir una aventura
Cumplido

viernes, 21 de junio de 2013

¡Sorteo!

Recordad que aun hay tiempo para participar en el sorteo. Podéis ganar un libro con los 9 primeros relatos de este blog y uno extra. ¡Animaos! Solo tenéis que ir a la página del blog en facebook y seguir las instrucciones: https://www.facebook.com/oloralibronuevo
¡Mucha suerte!

Mi segunda parte de la herencia (2a parte)

Un chasquido muy fuerte suena detrás de mí y le sigue una voz de hombre pero muy afeminada. Me giro y veo a un chico delgado vestido de nylon blanco brillante.
-¡Buenas! Uy, tu eres el nuevo ¿no? ¿Ya estás pidiendo ayuda? Vaya… que nenaza eres  – Mi cara de asombro no pasa desapercibida. –Sorry, pero es así.  A ver, dime qué te pasa.
Me quedo en blanco. ¿De qué va este tío? Me fijo que tiene un brazalete con una pantalla llena de botones. Mientras me hablaba iba toqueteando el brazalete pero ahora está esperando a que le diga algo y tiene la mano derecha encima de aquel aparato, supongo que para escribir lo que le diga. Miro a la nueva chica enviada. Ella me sonríe con mirada pícara y asiente poco a poco. Me vuelvo a girar a aquél chico de blanco y la pelirroja dice:
-¡Ahora!
Los dos, la chica enviada y yo, nos abalanzamos al nuevo visitante, que parece un copo de nieve y lo inmovilizamos en el suelo. Le cojo el brazo y le miro el brazalete. Hay un botón grande y rojo brillante. Si algo he aprendido de las películas y series que he visto es que siempre hay que apretar el botón grande y rojo, aunque ponga “Don’t push”. Sobre todo si pone “Don’t push”.
Le apretó el botón y una luz nos envuelve y no desaparece hasta que todo al nuestro alrededor ha cambiado. Estamos en un hall de hotel lleno de personas vestidas de copito de nieve. La gente nos mira extrañados y con sorpresa.
-¿Dónde está? – Le digo a nuestro nuevo amigo mientras le cojo por el cuello del traje.
-Te lo diré, te lo diré. Pero no me pegues, que sangro mucho. – Levanta el brazo y señala hacia una puerta. – Por allí.
- Bien – Me levanto y lo levanto a él también. – Tú te vienes con nosotros. – Miro a la chica. – Vamos.
- Sí – Me dice animada y con una sonrisa.
Vamos con paso ligero hasta la puerta indicada tropezando con todo el mundo. Abro la puerta y llegamos a una habitación grandiosa dividida en dos partes, una es una recepción con colas de gente esperando y la otra es una sala de espera llena de personas jugando a cartas, leyendo revistas. Todas llevan un número colgando en cuello.
-Por aquí – Me dice el chico de blanco. – Ha llegado hace poco así que debe estar con los últimos. – Andamos entre las personas que estaban en la sala de espera hasta llegar a una mesa – Aquí está.

Lo que me enseñó no era exactamente lo que esperaba.

jueves, 20 de junio de 2013

"Respirar por la herida" - Víctor Del Árbol

Esta tarde ha habido la presentación literaria del tercer libro de Víctor Del Árbol. "Respirar por la herida" es una novela dura que explica las historias de las cicatrices de sus protagonistas. Ha sido un rato agradable en el que libro y escritor han quedado bien vendidos.






Ya estoy esperando la próxima presentación literaria. Aquí tenéis la web de Esparreguera Negra, para más información: http://http://esparregueranegra.wordpress.com/

¡A leer que son dos días!

Mi segunda parte de la herencia (1a parte)

Así que aquí estoy yo, con una tarjetita de lo que le faltaba hacer. Un sentimiento de rabia recorre mi cuerpo como un virus. Me levanto, salgo del tanatorio con paso firme y me dirijo a casa. Esto no puede quedar así. Voy a ir a buscarla, la volveré a traer y podrá aprovechar esta segunda oportunidad que le han dado. Llego a casa, me siento en la mesa del comedor y empiezo a leer el diario de mi abuelo. Estoy seguro que en esta libretita está la clave para traer de vuelta  a… a… ¡Jolín! No sé ni su nombre. Todo ha ido tan rápido.
-¿Qué haces? – Una voz dulce y delicada me sorprendió hablando a un palmo de mi oreja. Pegué un salto del susto y me quedé de pié, la silla cayó. Una chica desnuda. Otra chica desnuda. Esta vez es de tez blanca, con el pelo rizado y pelirrojo. Es como “Brave” de Disney pero con el pelo corto. Va tapada con la manta que dejamos siempre al lado del sillón por si hace frío. Se está riendo a carcajada limpia del salto que acabo de dar (puede que también de mi grito de barítono).
-¡Ostras, no me asustéis así! – Se seca una lágrima causada por la risa y me dice:
-¿”Asustéis”? ¿Yo, y quién más?
-Déjalo, es igual… ¿Sabes por qué estás aquí?
- No, la verdad es que no. –Se sienta en el sofá, recuerdo que debajo de esa manta no tiene nada y le doy las prendas que le presté a la anterior “enviada”.
-Anda, cámbiate en el lavabo, ahora te cuento de qué va esto.
Se levanta con paso animado, se quita la manta y se mete en el lavabo. Su actitud confiada y despreocupada, tan diferente a la chica anterior me confunde. Yo sigo leyendo el diario en el que salen recomendaciones que mi abuelo dejó pero al rato escucho sollozos que provienen del baño. Abro la puerta, la nueva chica está en la taza del váter llorando.
-Estoy muerta, ¿verdad? – Vale, eso sí que no me lo esperaba.
-Hey, tranquila, no pasa nada. Para eso estoy aquí. ¿Cómo sabes que… – no quiero decir “muerta”, es un término demasiado fuerte - …ya no estás viva?
-Recuerdo ir en el coche con mi padre, por un camino de montaña. Se nos cruzó un jabalí y él perdió el control. – me explica entre sollozos - Después de eso no recuerdo nada más. Si hubiera estado en coma o algo así estaría en un hospital, con bata. Pero supongo que esto es el cielo. ¿Tú también estás muerto?
Estoy sorprendido, parecía una chica muy ingenua, pero ha deducido todo eso en el poco rato que lleva aquí.
-No, yo no estoy muerto. Y esto tampoco es el cielo. En teoría debo hacer que consigas cumplir tu último deseo antes de ir al “otro lado”.
-Oh, vaya gracias…
-No, gracias no. No quiero este trabajo. Voy a buscar a una chica que se fue y luego renunciaré. El problema es que no sé cómo hacerlo.
-Vaya… ¿no te han dado un manual o algo?
-No, solo tengo este bloc de notas con consejos de mi abuelo, que tuvo este trabajo antes que yo. –Le doy el bloc para que lo vea – Pero no he encontrado nada útil aún…
-“Ayuda extra” – Lee ella en voz alta – “Si en algún momento crees que no puedes conseguirlo y se te acumulan ‘enviadas’ solo tienes que gritar fuerte ‘creo que no puedo conseguirlo’ y vendrán a ayudarte. Yo lo he utilizado un par de veces”
Le quité el bloc de las manos. Realmente mi abuelo había escrito aquello. No puedo creerlo, hay una posibilidad de contacto con quien sea que está detrás de esto. No pierdo nada por intentarlo.
-Vamos a ver si funciona, ¿no?
Ella asiente con una sonrisa, creo que también está emocionada pero no tanto como yo. Cojo aire por los pulmones, me encaro hacia el techo de mi comedor y grito.
-¡Creo que no podré conseguirlo! 

(Este relato es la continuación de "Mi parte de la herencia", puedes leerlo aquí: http://olor-a-libro.blogspot.com.es/2013/04/mi-parte-de-la-herencia-1a-parte.html y aquí: http://olor-a-libro.blogspot.com.es/2013/04/mi-parte-de-la-herencia-2a-parte.html )

miércoles, 19 de junio de 2013

Conejillo de indias (7ª parte, final)

Desperté con un fuerte dolor por todo el cuerpo, casi no podía ni moverme. A mi lado estaba el profesor. Miré a mi alrededor y me di cuenta que estábamos en el laboratorio. A mis lados estaban Sara y Alex, también en camillas.
-¡Hombre! – el doctor me abrazó - ¡Es una alegría verte despierto! ¿Cómo estás?
Fui a hablar y me di cuenta que casi no tenía voz.
-Estoy fatal – me reí con debilidad – Me duele todo ¿Cómo están ellos?
-Bien, bien… Bueno no. Están muy cansados, tardarán en despertarse. ¿Recuerdas que siempre que haces un gran esfuerzo con la fuerza luego estás muy cansado? Pues imagínate después de parar un cometa como hicisteis ayer.
Pensé: ¿Ayer? ¿Estuve durmiendo todo un día? Pero le pregunté otra cosa al profesor.
-Pero a mí me atropelló aquel pedrusco, debería estar  muerto, chafado, hecho puré…
-Sí, sí. ¿Recuerdas que me pediste una cosa antes de hacerte la operación? Me dijiste que querías que te injertara un chip para la aceleración arrítmica – lo miré confundido -, lo de curar con la luz azul.
-¡Ah! Sí, me acuerdo.
-Pues con el impacto del cometa se desprendió del lugar donde lo puse y ahora está en tu hipotálamo.
-¿Hipopotamoqué?
-Hipotálamo, la parte del cerebro que manda órdenes al cuerpo que no controlas, como respirar, pestañear, la temperatura corporal y esas cosas. Cuando llegaste aquí y te puse en la camilla estabas totalmente machacado no creí que sobrevivirías pero empezaste a brillar y te restauraste como método de supervivencia. ¡Es brillante! No sé cómo no pensé antes en localizar ese chip en el hipotálamo.

Yo me recosté en la camilla. Estaba vivo, no me importaba nada más. Bueno, había algo que sí me importaba más, estaba a mi lado. Alargué el brazo y le cogí la mano a mi hermano pequeño, esperando que se despertara. 

martes, 18 de junio de 2013

Conejillo de indias (6a parte)

Asintió un par de veces con el teléfono en mano. Colgó y me dijo:
-Ven conmigo – miró a Ana -. Tú, al coche.
Ana se apagó al instante. El profesor salió corriendo hacia un portón y yo lo seguí tal y como me dijo. Pasamos por unos pasillos y finalmente llegamos a una puerta que conducía a un garaje con un montón de coches antiguos. Se subió a uno de ellos y, cuando ambos estábamos dentro, el coche arrancó sin más y empezó a conducir sin que nadie tocara nada. Mientras, el profesor sacó un teléfono móvil de su bolsillo.
-¡Hay que llamar a los demás!
-¿A los demás? – pregunté extrañado - ¿Qué está pasando?
-¿Te suena una noticia que ha ido saliendo últimamente por las noticias sobre un cometa? – asentí – Pues en teoría iba pasar cerca de la Tierra, pero se ha desviado y va a chocar contra nuestro planeta. Los de la NASA querían hacerlo explotar con un misil, pero ya es demasiado tarde, los trozos caerían esparcidos por la corteza terrestre. Por eso me han llamado a mí. Necesito que con tus habilidades lo pares o por lo menos lo frenes.
-¿Yo solo? Pero si no he aprendido aun a controlar la fuerza.
-Tranquilo, no estarás solo. – Me sonrió – Creo que te vas a llevar una sorpresa.
Mientras teníamos esta conversación el coche había salido por un agujero situado en una parcela en obras y se había metido a la autopista. El doctor hizo dos llamadas comunicando a las otras dos “cobayas” el lugar donde nos íbamos a encontrar. A la media hora llegamos a un descampado enorme en el que no se veía ni un atisbo de vida humana. El horizonte lo rompían unas montañas lejanas. Al rato llegaron volando dos personas más. Un chico y una chica. Él me dio un saludo amistoso. Yo no creía lo que veía.
-Hola hermano – me dijo con una sonrisa – ¿Sorprendido?
- ¿Qué haces tú aquí? ¡Doctor! ¿Qué está haciendo él aquí?
- Tranquilo. No quise decirte nada porque él me lo pidió, pero ahora estamos en una situación crítica. No te enfades, pero en realidad tú eres el novato. Benja, te presento a Sara – nos dimos de la mano y me saludó con una sonrisa – ella fue la primera a la que contraté, hace seis meses. Y por supuesto conoces a Alex, tu hermano.  – Lo miré intentando proyectar la rabia que tenía a través de mis ojos – Él vino hace tres meses, hace una semana me dijo que probablemente vendrías a mi laboratorio y me pidió que no te lo dijera.
-Vaya, qué considerado…
-¡No hay tiempo para tonterías! Mirad, el cometa pasará por aquí en unos minutos, debéis subir hasta su altura y detenerlo, sino solo Dios sabe qué pasará. Empezad a concentrar vuestras fuerzas sobre tres kilómetros hacia adelante vuestro, el choque será muy intenso. Benja, tú te pondrás en medio, ya que eres el que menos controla la fuerza, los otros dos a los lados. Poneos así…
Nos agarró por los hombros uno por uno y nos colocó en la dirección a la que debíamos mirar.
-Chicos… - nos abrazó muy fuerte a cada uno y nos dijo con la mirada muy sincera: - no os muráis, siento haberos metido en esto, mucha suerte…
Nos miramos entre nosotros. Hicimos una señal confirmando que estábamos preparados y empezamos a subir. Yo me quedé un poco más atrás que mi hermano y Sara, mi carencia de habilidad era latente. Pudimos ver el cometa muy lejos, como una mota de polvo que poco a poco se hacía más grande. Tal y como recomendó el profesor los tres empezamos a concentrar la fuerza a una gran distancia por delante nuestro. Al principio parecía que el cometa no iba muy rápido pero en menos de tres segundos, para nuestros ojos, pasó de tener  del tamaño de un grano de arena al de una casa grande de tres pisos y aún no había llegado a tocar nuestro “campo de fuerza”. Cuando llegó tenía el tamaño de un campo de fútbol. Los tres notamos una gran presión. Daba la sensación que me arrancaba la piel con la fuerza de un ventilador gigante. Mi hermano y Sara retrocedieron por el impacto unos doscientos metros, yo solo una docena. Mi instinto me hizo girar y utilizar mi habilidad para atraerlos a mí. Funcionó: dejaron de alejarse, pero el cometa aún seguía moviéndose. Lo último que vi fueron las caras horrorizadas de Alex y Sara, luego noté cómo el cometa me golpeó y me dejó inconsciente.

lunes, 17 de junio de 2013

Conejillo de indias (5ª Parte)

Me levanté al mediodía del día siguiente. Cogí la libreta para escribir mi experiencia mientras desayunaba. Creía que no había nadie en casa pero mi hermano estaba mirando la tele mientras jugaba a su PSP. En las noticias volvía a salir la noticia del cometa, pero no creo que a mi hermano le importara mucho. Le dije “buenos días” y me respondió con un gruñido.
Me puse a escribir mientras me tomaba el desayuno. A la tarde volví al laboratorio. Entré por la alcantarilla y abrí el portón. Me coloqué en la plataforma y el tubo sin final me miró con su ojo-cámara.
-Buenos días Ana.- le dije con una sonrisa. Ella no dijo ni palabra. La plataforma empezó a moverse.
Del fondo del laboratorio se escuchó la voz del profesor Jueves.
-¡Oh! Benja, vienes pronto. Ahora estoy contigo.
-Tranquilo profesor.
Empecé a fisgonear por el inmenso laboratorio mirando los cachivaches-Cogí una especie de cubo que tenía un guante lleno de cables conectados. Fui a meter la mano en aquello pero la mano del doctor me detuvo.
-No toques nada, haz el favor.
-¿Qué es esto?
- Es un dispositivo para controlar la forma y la densidad de los cuerpos nebulosos. Y es muy delicado.
Lo puse en la mesa con cuidado. Él acercó dos sillas y se sentó en una de ellas. Abrió la boca para hablar pero lo detuve levantando el índice. Cogí la libreta y se la enseñé. Vio que las tres primeras páginas estaban  escritas y las leyó. Sus expresiones iban cambiando según lo que leía. Acabó a los dos minutos.
-Esto… esto es ¡Perfecto! Es justo lo que quería. ¿De verdad hiciste todo eso ayer? – Asentí con la cabeza y una sonrisa. – Bien. Quiero verlo.
Volvió a coger otra mesa y otro lápiz y volvimos a hacer el experimento del día anterior. Volví a extender el brazo y coloqué mi mano como si estuviera a punto de coger el lápiz: acercando el pulgar y el índice, aunque la mesa estuviera a un metro de mí.
El lápiz empezó a elevarse paralelo a mi mano. El profesor tenía la boca tan abierta como sus ojos. Levanté el brazo hasta donde pude pero el lápiz continuó subiendo. Luego bajé la mano y el lápiz salió disparado y se clavó en una de las pizarras.
El profesor gritó emocionado como si su equipo hubiera metido un gol en la final de la champions.
-¡Qué pasada!  No pensé que lo dominarías tanto en tan poco tiempo.
-Gracias – Le dije. Me sentí cansado. No tanto como para dormir toda una noche, pero sí lo suficiente como para necesitar sentarme.
En ese instante sonó un teléfono. El doctor Jueves perdió su expresión de alegría. Su tez se quedó pálida y giró poco a poco hacia dónde provenía el sonido.
-¿Qué pasa doctor? – pregunté.
- El… el teléfono está sonando. Nunca había sonado antes. Es algo malo.
-¿Qué pasa? – Le susurré a Ana.
-Es el único teléfono que tiene el profesor, no le gusta que le molesten. Está conectado con la NASA, su antiguo trabajo. Dejó muy claro que solo lo llamaran para urgencias.
El profesor cogió el auricular y se lo puso en la oreja.
-¿Sí?… Sí, soy yo… ¿Cómo?... – me miró - ¿Un cometa? 

viernes, 14 de junio de 2013

Conejillo de indias (4ª parte)

La mesita explotó en mil pedazos. Ambos nos asustamos pero tuvimos la misma reacción: nos pusimos a reír. Él por que pudo comprobar que lo que me había puesto en la cabeza funcionaba, yo tenía un cóctel de nervios y emoción que me produjo una risa descontrolada.
-¡Bien! – me dijo con unos ojos llenos de ilusión – ahora hay que aprender a controlarlo. Ven mañana y empezaremos a “entrenar”. Ten esto. – Me dio una libretita – Apunta aquí todas las sensaciones, experiencias o avances que hagas.
Me levanté poco a poco y recogí mis cosas. Él me acompañó a la salida, se aseguró que no estaba muy desorientado para volver a casa y volvió a meterse en la alcantarilla. Estaba muy oscuro. No tenía ni idea de la hora que era. Recordé que me dijo que me iba a poner el otro chip para curar con la luz azul y estuve tentado a hacerme un rasguño en la mano e intentar curármelo pero me retuvo la posibilidad de que estallara igual que la mesita. Lo que no quería dejar de intentar era la capacidad de volar que me había prometido el profesor. Me agaché y me apoyé sobre una rodilla, puse una mano en el suelo y me concentré. Casi por sorpresa salí disparado hacia el oscuro cielo gritando (debo admitir que mi grito fue poco masculino). Por un instante quedé suspendido en el cielo, vi todo mi pueblo con las farolas marcando las calles, fue precioso. Luego descendí a toda velocidad. Volví a gritar. El suelo se acercaba cada vez más y mi destino era casi inevitable. Recordé la típica escena de “Misión imposible” en la que el protagonista se queda suspendido a un palmo del suelo sin tocarlo y cerré los ojos intentando proyectarla en mi mente. Noté que ya no estaba cayendo. Abrí los ojos y vi que aún me quedaban unos diez metros antes de tocar el suelo. Volví a cerrar los ojos y a imaginarme a mí mismo descendiendo poco a poco hasta tocar el suelo. Supongo que lo que imaginé pasó de verdad porque al momento mis pies tocaban el suelo. Abrí los ojos y vi que seguía en la misma calle de la que había salido. Volví a intentar lo de volar, pero esta vez con los ojos abiertos. Me puse en la posición para saltar y di un salto de 50 metros. Aterricé suavemente encima de un edificio de los que delimitaban la calle de la alcantarilla del doctor. Fui haciendo saltos impulsado por aquella nueva habilidad. Llegué a casa en un santiamén.
Abrí la puerta de casa intentando no hacer ruido puesto que no sabía qué hora era. En el comedor de mi casa estaba mi hermano jugando a la consola.
-Llegas tarde – me dijo sin apartar la vista de la televisión.
- Lo dices como si me importara.
Me fui a la habitación con la intención de apuntar en la libreta todo lo que había pasado pero cuando me estiré en la cama me quedé dormido.

jueves, 13 de junio de 2013

Conejillo de indias (3ª parte)

Me hizo unas pruebas de resistencia física, me sacó un poco de sangre y me escaneó con un montón de máquinas que no había visto nunca. Luego me sentó en un pupitre delante una pizarra y me explicó lo que iba a hacer.
-Mira, seguro que habrás oído que solo utilizamos un 10% de nuestro cerebro y que hay muchas zonas oscuras que no entendemos para qué sirven.
-Sí, es algo que he escuchado muchas veces.
-Eso es una tontería. Utilizamos todo nuestro cerebro. Sino, hubiéramos desechado la parte sobrante hace muchas generaciones. Lo que sí se puede hacer es insertar partes de cerebro artificial y controlar las funciones de esos “injertos” mentalmente.
Yo asentía a todo lo que decía, pero me costaba entender la mitad. Siempre he sido más de letras. Él continuó:
-¿Ves esta cosita que parece un grano de arroz negro? – Me acercó una cajita hermética transparente con un puntito negro en su interior – esto es un chip que voy a ponerte estratégicamente en el cerebro y que va a darte la habilidad de controlar la atracción corporal que tienes hacia cualquier objeto.
- ¿Eso quiere decir que podré mover cosas con la mente? – mis ojos estaban como platos.
- Exacto. Incluso, si llegas a controlarlo mucho podrás elevarte del suelo.
No notaba la punta de los dedos de los pies a causa de la emoción. Aquello se ponía interesante. Me invitó a estirarme en la camilla.
-Por cierto – le dije – Aquello que me ha hecho antes, lo de curarme con aquella luz. ¿Podría ponérmelo también?
- ¡Ah! Aquello es un chip que produce una pequeña arritmia controlada y focalizada para que los tejidos rotos se vuelvan a regenerar rápidamente. Sí, creo que puedo ponértelo, no lo tenía planeado, pero no será un problema.
Me ató a la camilla por las extremidades y por el pecho y la inclinó para dejarme casi en vertical. Me puso una estructura metálica en la cabeza para que no la moviera y me dijo “Dulces sueños” mientras me inyectaba algo por el brazo. Me quedé dormido.
Desperté horas más tarde.
-¿Qué tal estás, campeón?
Intenté incorporarme pero me mareé y vomité en el suelo. Unos robots del tamaño de zapatos limpiaron rápidamente el suelo.
-He estado mejor – le dije mientras intentaba sonreír.
Me toqué la cabeza, volví a notar la sensación de dolor ausente. Pude tocar con mis dedos la cicatriz que tenía en la coronilla, pero no sentí el dolor punzante que esperaba después de una operación como aquella. El doctor me dio un zumo para beber, reconozco que me sentó genial.
-Bien – dijo el doctor Jueves – aquí delante tienes una mesa con un lápiz, intenta moverlo. Ana, grábalo todo.

Aún estaba mareado pero mis ganas de comprobar aquella nueva habilidad me superaban. Localicé la mesa de madera con el lápiz encima de ella. Estiré el brazo, me concentré y…