miércoles, 17 de abril de 2013

Mi afición (2a parte)


No soy una mala persona. Es verdad que robar y escaparse de la ley casi burlándose de ella no es una conducta ejemplar, pero en general soy buen chaval y si veo a alguien a punto de morir intento salvarlo. Así, cogí a aquel desgraciado de las piernas y empujé hacia arriba para que no se ahogara, su cabeza se separó de la soga y todo el peso cayó en mis hombros. Caímos los dos. El ruido despertó a su mujer y vi una luz que se encendía y la sombra de alguien que se acercaba por el fondo de un pasillo. Aquel hombre y yo nos miramos. Por la cara que hizo noté que me había reconocido. Salí de allí corriendo.
Aquella fue la noche más larga de toda mi vida. Nunca hubiera pensado que algo así podría pasarme en la vida. Al día siguiente me desperté cansado. Mis padres me vieron la cara y entendieron que quisiera quedarme en casa, lo atribuyeron a la mudanza. Ambos se fueron a trabajar y se llevaron a mi hermana al instituto. Yo aproveché para desempaquetar mis cosas. Sonó el timbre y se me heló la sangre. Abrí la puerta y el señor Dinérez estaba ahí con cara de póker. Solo dijo: “¿me invitas a un café?”
Lo invité a pasar, preparé el café, nos sentamos y tuvimos la conversación más extraña de mi vida.
- Fuiste tú ¿verdad? – Me dijo sin pestañear.
- Sí – respondí, no tenía porqué esconderme, los dos sabíamos lo que había pasado.
- ¿Qué hacías en mi casa?
- ¿Qué hacías colgado en tu comedor? ¿De qué huías? Cobarde…
Dio un golpe en la mesa y me miró como un perro atado mira a un gato que acaba de colarse en su patio.
- ¡En mi casa hago lo que quiero! ¿Me entiendes?
Le devolví una mirada pasota, pero por dentro estaba temblando como un flan, nunca había sentido tanto miedo. Di un sorbo a mí café, solo buscaba tiempo para elegir las palabras adecuadas.
- Podrías haberme denunciado.
- ¿Qué? – Se asombró que dijera aquello, era lo que quería.
- Que podrías haberme denunciado. Me has reconocido, eso es claro. Pero en vez de una cita judicial me has venido a ver a pedirme un café. ¿Qué quieres?
Me recosté en el sillón con el café en las manos. Creo que mis palabras surgían efecto. Él se rió, miro al techo, suspiró un “ay, señor”. Me miró y dijo:
- ¿Porqué me salvaste? No sé los motivos por los que estabas en mi casa, pero podías haberme obviado. Nadie hubiera sabido nada. ¿Por qué lo hiciste?
- En primer lugar: “de nada”. – se rió levemente – En segundo lugar, ¿no es lo que cualquiera hubiese hecho? Te di una segunda oportunidad, no se los motivos de tu decisión, pero aquello que estabas a punto de hacer era una salida rápida de cobardes.
- ¡Deja de llamarme así! Era lo único que podía hacer – las manos empezaron a temblarle – No lo puedes entender.
- ¿Quieres saber lo que hacía en tu casa? – Sus ojos me miraron con curiosidad – Os estaba robando. Es como una afición que tengo. Soy muy bueno. – Le di un sorbo al café con confianza.
- ¿Robando? Lo dices como si fuera lo más normal del mundo.
- Ya, para mí sí que lo es. Te toca, ¿qué hacías ayer ahí colgado?
Miró al suelo, como avergonzado. Me sentía superior a él, era sorprendente cómo podía manejarlo, me imaginé miles de situaciones en las que podía aprovecharme de él.
- Es tal y como tú dices: estaba huyendo. Mis empresas están cayendo una por una en una espiral de deudas. Los bancos y los amigos ya no me ayudan más. Debía salir de aquello. Pensé que si me quitaba la vida mi familia podría cobrar el seguro y tener una ayuda para, por lo menos, pagar los estudios de mi hija. No sé lo que estaba pensando. – Se tapó la mano con la cara. En un instante cambió la expresión, como si hubiera descubierto algo. – Un momento ¡Tú eres un ladrón! ¿Crees que podríamos…?
- Uy, no, no. Sé lo que estás pensando. Yo trabajo solo.
- No, espera. Yo soy muy torpe y sería un estorbo a lo que haces. Pero me conozco la mitad de las casa de este vecindario. Aquí el contacto entre personas es muy importante, se mueve mucho dinero sólo haciendo contactos en un sitio como este. Podría facilitarte planos, puntos muertos de cámaras, incluso alguna que otra contraseña de cajas fuertes y cosas así…
- ¿Qué me estás contando? No lo veo plausible. Además mi campo de actuación es diferente.
- Bueno, piénsatelo. Te dejo mi tarjeta con mi número personal. Eres mi única esperanza. Si no me llamas en un par de días volveré a intentar lo que hice ayer.
Aquello sonó como una amenaza. ¿Quién estaba manipulando a quién?
Se fue en un suspiro. Iba con un paso animado, como si se le hubieran acabado todos los problemas.
Aquella propuesta era suculentamente tentadora. Ordené la habitación sin poder sacármela de la cabeza. Aún así no creo que aquel tipo entendiera los riesgos que contenía.
A los dos días me llamó y me invitó a ir a su casa. Me llevó a su despacho y me enseñó un montón de planos, de códigos, de aparatos que podíamos utilizar. Él se veía más capaz de hacerlo que yo.
- Mira, propongo ir a esta casa para empezar. Su dueño estará en una fiesta lejos de aquí. He comprado walkie-talkies y estaremos todo el rato en contacto.
Lo miré con desconfianza, pero admiraba lo preparado que estaba. En el plano había marcado la ruta de entrada para que no me vieran las cámaras activas y los posibles lugares para esconderse en caso de que vinieran pronto. Pretendía robar la caja fuerte entera. Según él contenía joyas y dinero en efectivo. Era a prueba de incendios pero muy ligera, simplemente estaba muy escondida. El plan era infalible. Pero yo no me sentía cómodo.
- He pensado que podríamos repartírnoslo a partes iguales. – Me dijo con sinceridad.- Sé que haces todo el trabajo sucio, pero también sé que si te pillan no dudarás en entregarme.
- Mira, no estoy muy seguro de todo esto. Voy a darlo todo en el golpe, pero cuando acabe no quiero saber nada más de ti ni de todo esto. Todo lo que salga de allí te lo quedas. Sólo si hay dinero efectivo hablaremos de partes.
En sus ojos había una expresión de sorpresa y gratitud propia de un niño el día de navidad. Me lo agradeció y me dijo que desde el primer momento que me vio sabía que era un buen chaval.
Esa noche quedé con él y fuimos hasta la casa que me había indicado. 

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