Entramos a la charcutería del mercado. Aquel
sitio me traía recuerdos, había sido mi primer lugar de trabajo. Cruzamos la
trastienda hasta llegar al patio interior. Allí estaba el cuerpo de un chico
con los complementos de su lugar de trabajo: un delantal manchado y un pañuelo
de pirata en la cabeza. Lo habían apuñalado. A su lado había un cocodrilo… de
peluche. El asesino se estaba riendo de nosotros. Todo nuestro esfuerzo lo
habíamos volcado a arrestar al comprador del cocodrilo y luego va y utiliza uno
de juguete. Me acordé de la rabia que el inspector guardaba y dirigí mi mirada
hacia él. Sus ojos estaban observando la pared que limitaba el patio, en ella
habían escrito, con sangre, otra dirección web que enlazaba a mi blog. Esta vez
estaba a ojo de todos, ya que a través de la valla que delimitaba el patio se
podía ver la calle y estaba llena de curiosos que sacaban fotos con sus
móviles. El inspector Segovia cogió su teléfono móvil y escribió la dirección de
enlace en el navegador.
- No funciona. Me da error todo el rato. – me
pasó el móvil. – Inténtalo tú.
Cogí el aparato pero no tecleé la dirección
que estaba puesta, fui directamente al blog. En la pantalla de inicio pulsé en
el en los enlaces de los relatos que no había utilizado aun el asesino.
Coincidía con uno. Casi.
- Mira, es la misma dirección que el relato Tal y como son las cosas, pero no está
bien escrito, en medio ha escrito un 47.
- ¿47? – Se extrañó el inspector – ¿Ese
número te dice algo? ¿Algo que recuerdes? – Negué con la cabeza. – Vaya, no
tenemos nada.
- Déjame el móvil. – Dijo Nerea. Lo hice.
- Mira detenidamente el escenario sin tocar
nada antes que vengan los que empiezan a fotografiar y catalogar todo.
¿Reconoces a la víctima?
Estaba a punto de contestar que era uno de
mis antiguos compañeros de trabajo cuando Nerea me interrumpió con la voz rota.
- Creo que tengo algo. – El inspector y yo nos
acercamos a ella – He contado las palabras del relato, la número cuarenta y
siete es “ya”.
- ¿”Ya”? – Dije extrañado. Entonces una idea
vino a mi cabeza – Mierda.
- ¿Qué pasa? – Dijo el inspector.
- ¿No lo entiendes? El próximo asesinato es
“ya”. Lo está haciendo ahora mismo.
- ¡Jolines! Va, piensa, ¿Cuál es el argumento
del relato que ha puesto? ¿Qué va a hacer ahora? ¡Piensa algo! – La voz del
inspector me taladraba el cerebro.
- ¡Un momento! Déjame pensar… la historia va
sobre una niña que se llama Sofía. Pero no conozco a nadie que se llame así. Y
los escenarios son muy diferentes: una sala de conferencias, un comedor…
- Oye, - dijo Nerea – esa tal Sofía tocaba un
violín al final del relato ¿verdad?
- ¿Un violín? – Entonces vi la luz al final
del túnel – ¡Claro! Tenemos que encontrar alguna chica que toque el violín.
- Hay un montón de gente así. ¿Cómo la vamos
a encontrar?
- Piensa que la víctima ha de ser alguien de
mi entorno, y que cualquiera la pueda encontrar alguien de su perfil visitando
mi rastro por internet. Una vez canté toqué una canción con una chica en la
radio y lo subí a otro de mis blogs. Esa chica toca el violín y canta en un
grupo. Y ahora está en peligro, por mi culpa.
- Calla, no te mortifiques. Tenemos que
movernos cagando leches. ¿Quién es esa chica?
- Ainhoa. Se llama Ainhoa, iba conmigo a
bachiller.
- Pues ya la estas llamando y diciéndole que
se meta en su cuarto y cierre con llave. ¡Vamos!
Nos subimos al coche lo más rápido que
pudimos. Intenté llamarla pero no cogía el teléfono. Fuimos a su casa y su
madre nos comentó que en ese momento no estaba allí. Había ido a ensayar a una
sala del centro joven que proporcionaba el ayuntamiento a los grupos de música
noveles del pueblo. Ya que íbamos a entrar por calles peatonales el inspector
puso la sirena. La mezcla entre ruido de la sirena y tensión por la escena que
estábamos protagonizando me aceleró el corazón, notaba como impactaba contra mi
pecho desde dentro.
Llegamos al lugar. Los refuerzos que habíamos
pedido por el camino no habían llegado aún y teníamos prisa. El inspector abrió
la guantera y sacó una pistola, me la dio.
- Toma. No te emociones, es de las aturdidoras.
Si aprietas el gatillo disparará unos finos cables con anzuelos en los extremos
que le darán una descarga eléctrica a quien estés apuntando. – Se dirigió a
Nerea. – Ponte en el asiento del piloto y cierra por dentro. Si ves salir a
alguien sospechoso aprieta el claxon y vendremos. ¡Vamos!
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