Subí las escaleras maldiciendo todo lo que se
me ocurría. No quise llamar al inspector por si mi retraso tenía consecuencias
fatídicas. Llegué delante de la puerta dispuesta a echarla abajo pero estaba
abierta. Nerea estaba en el sillón del comedor tenía una cinta en la boca y
estaba atada con una cuerda en los tobillos y en las muñecas. Me abalancé sobre
ella para quitarle las ataduras.
- Quieto parado. – Giré la Cabeza. David
tenía en la mano un cuchillo de cocina de un palmo de largo. – Levántate y no
hagas ningún movimiento brusco.
Hice lo que me dijo. Levanté las manos
mostrando mi sumisión. Había leído mucha novela negra, sabía cómo hablarle a
los asesinos en serie. Pero David no era un asesino, era mi mejor amigo. Hice
memoria de los diálogos finales de todas las novelas y el asesino siempre acaba
muerto, yo no quería eso. Bajé las manos y sonreí.
- Vaya. Así que tú eras el asesino. Debí
imaginarlo. ¿Sabes a quien había puesto en el punto de mira? Al Artur. ¿Te
imaginas, irrumpiendo en su casa con todo el ejército de policías?
Reí. Reímos los dos.
- Vaya, te lo estas tomando mejor de lo que
pensaba. – Me dijo él sin bajar un milímetro el cuchillo. - Sabes lo que toca
ahora, ¿no?
- Supongo. El relato final. El gran “bum”. Mi parte de la herencia tiene como personajes
principales a un chico y una chica que se enamoran. Supongo que esta vez los
protagonistas somos nosotros. Nerea y yo.
- Exacto. Esto es lo que vamos a hacer: voy a
clavarte este cuchillo lo suficiente como para que te vayas desangrando poco a
poco y luego vas a escribir el último relato. El relato de tu vida. El
argumento será el siguiente: Los últimos pensamientos de un escritor antes de
que sus abras acabaran con su vida. Luego os mataré a los dos, y subiré el
documento al blog.
- David, ¿no hay otra forma de hacer esto?
¿En tu cabeza no hay un final feliz?
- ¿Final feliz? – Se rió con una sonora
carcajada. – Parece que no conozcas tus propios relatos, ¿en cuál de ellos hay
un final feliz? Vamos, me lo dijiste: vas acabar agradeciéndome todo esto,
hazlo ya. Toda la fama que vas a recibir, que estas recibiendo ya, no la puedes
conseguir de otra forma.
Noté cómo la expresión de mi rostro cambiaba
y mostraba mi enfado. Me ofendió bastante que dijera eso. Pero no debía dejar
que los nervios me dominaran. Le hice una petición:
- De acuerdo. David, te doy las gracias. La
verdad es que no puedo comparar la alegría de ver tantas visitas de lectores y
tantos comentarios con ninguna otra cosa. – Él asintió satisfecho. – Pero tengo
que pedirte una última cosa. Déjame despedirme de Nerea. Te lo agradecería.
- Lo veo justo, pero te aviso que si noto un
movimiento extraño será lo último que hagas.
Me giré, me saqué la mochila, la puse a su
lado y me arrodillé delante de ella. Le quité la cinta de la boca y la besé.
Luego le di un beso en la mejilla y le susurré: “Pistola, mochila”.
Me levanté y me dirigí con pasos lentos hasta
David, volví a levantar las manos. Él agarró el cuchillo con más fuerza y noté
cómo me lo clavaba a dos centímetros del ombligo.
- Has sido un buen amigo. – Le dije. En una
décima de segundó lo agarré del cuello con fuerza y giré ciento ochenta grados
hasta que quedó de espaldas a Nerea. Y grité: - Nerea, ¡Ahora!
Ella disparó y le dio de lleno a la espalda
de David. Yo, como estaba en contacto con él también noté la descarga. Creo que
me meé encima.
Me desperté en una camilla del hospital. En
la habitación estaba Nerea, el inspector y mis padres. Nerea se tiró encima de
mí, abrazándome, cuando me vio abrir los ojos, noté la puñalada y gemí de
dolor.
- Eres un suertudo. – Dijo el Inspector. – La
descarga eléctrica hizo que el cuchillo se calentase y cauterizó la herida, no
sangraste mucho. Eres un valiente suertudo.
- No vuelvas a hacer algo así, ¡Nunca! – me
dijo mi novia con los ojos cristalinos.
- Vaya, yo que quería tirarme encima de un
asesino armado mañana mismo. – Me reí. – ¿Cómo está David?
- Está bien, - Me respondió Segovia. - Él
recuperó la consciencia antes que tú, pero lo bastante tarde como para que a
Nerea le diese tiempo para llamarme y pudiéramos ir a arrestarle. Ahora le toca
ser guiado por los caminos de la justicia. Supongo que irá a la cárcel un
tiempo.
- Vaya… - Era un asesino, había matado casi a
media decena de personas, pero seguía siendo mi mejor amigo. ¿Ha dicho porqué ha hecho todo eso? ¿Qué lo impulsaba a cometer esos
asesinatos?
- Sí, nos dijo que tus relatos debían conocerse a toda costa, que él
era el único que podía ver la perfección en ellos.
-
Vaya… - Suspiré – No son tan buenos,
sólo son locuras que tengo en la cabeza… Supongo que él también tenía alguna
locura en la cabeza, en cierto modo todos estamos un poco locos, la cuestión
está en saber cómo controlarlo…Cuando me
recupere lo iré a ver.
El inspector se rascó la cabeza y bufó.
- ¡Una víctima que va a ver al asesino que ha
trastocado su vida y casi lo mata! Este caso ha sido de los más raros que he
vivido.
- Ya, - le dije – es un caso digno de que lo
escriba y lo suba a mi blog.
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