- Oye, tengo que hacer una llamada. Toma
David, - le di el pendrive – sube tú el relato que quería subir yo hoy, hazme
el favor. Ya sabes cómo hacerlo, lo has hecho antes. Lo más probable es que me
vengan a buscar. – Me miraron con sorpresa – Os lo explicaré todo cuando vuelva.
Salieron del ascensor, yo me quedé y bajé.
Llamé rápidamente al inspector.
- Señor Segovia, - le dije en tono severo
- esto pasa por no explicarme desde el
principio todos los detalles de los casos. Las dos primeras víctimas, Cristian
y Benjamín, ¿las recuerda?
- Sí, claro. No te puedo explicar más
detalles porque estoy atado de pies y manos, ya lo sabes.
-
Tranquilo no hace falta, ya se los diré yo, los detalles. Estoy seguro
que los encontraron en un hotel, específicamente en el ascensor de un hotel.
- ¿Cómo…?
- Y apuesto lo que quieras que uno de ellos
llevaba una camiseta del Real Madrid.
- ¿Cómo has sabido todo eso? Es totalmente
secreto.
- Venga a buscarme y se lo diré.
Un coche patrulla vino a recogerme a los
pocos minutos en el portal del bloque de pisos de David. Cuando llegué a su
despacho no cabían formalidades, me preguntó directamente cómo conocía todos
aquellos detalles.
- Se lo contaré, incluso le diré quién es el
asesino. – Me miraba con sorpresa. – Cuando todo esto empezó, el día que los dos
agentes vinieron a mi casa a hacerme las preguntas me enseñaron una foto. En
ella salía la primera dirección web escrita con sangre en un espejo. Era el
espejo de un ascensor. Una de las víctimas era Cristian Ramírez, sus iniciales
son C y R, las mismas que Cristiano Ronaldo, por eso la camiseta del Real
Madrid. El otro se llamaba Benjamín, ese nombre lo he utilizado alguna vez como
seudónimo. Debí haberme dado cuenta antes. – Esto último me lo dije a mí mismo.
- ¿Qué me estas contando? ¿Cristiano Ronaldo?
¿Qué tiene que ver ese hombre contigo?
- ¡Todo! Hace tiempo hice un relato que se
titulaba El día que me quedé atrapado en
el ascensor con CR7. Lo sé, el título no deja lugar a misterios, pero da
igual.
- Pero ese relato no está en el blog. Lo
revisé cientos de veces.
- Ahí está el quid de la cuestión. Ese relato
lo escribí en el instituto y se lo entregué a Artur, mi profesor de filosofía.
- Entonces, ¿él es el autor de todos estos
crímenes? – Se quedó un instante pensando. - Bien, tenemos una prueba bastante
sólida. Tenemos que actuar con precaución. Esto será lo que haremos. Vas a
llamar a tu profesor. Vas a confirmar que sea él y le vas a decir que quieres
quedar con él lo más pronto posible. Cuando tengamos fecha, lugar y hora
decidiremos cómo actuar. Vamos allá.
Me dieron unos cascos que estaban conectados
a una máquina y ésta a su vez estaba conectada a mi móvil. Aquel aparato
grababa las conversaciones telefónicas con mucha nitidez, según me explicaron.
Hicimos la llamada y al segundo tono contestó.
- Hola, buenos días, ¿Quién es?
- Artur, soy Efraín.
- ¡Hey! Buenas, ¿Qué tal va todo?
- Bien, bien. Quería comentarte una cosa.
¿Recuerdas aquél relato que te di cuando iba a bachiller? Lo necesito,
¿podríamos quedar para tomar un café y me lo devuelves?
- ¡Anda! Es verdad, no lo recordaba. Aun no
lo he leído. – Todos lo que estábamos presentes en la sala nos quedamos
sorprendidos. – Lo siento, he estado muy liado. Ni siquiera sé dónde lo tengo.
¿No tienes más copias?
Miré al inspector Segovia con cara de
confusión, no sabía qué hacer o decir. Él me hizo una señal para que cortara.
Me despedí de él y colgué. No podía ser, ¿alguien había robado el relato?
¿Desde cuándo llevan planeando esta serie de crímenes? El inspector me dijo que
seguirían buscando, que les había dado mucha información. Me dieron las gracias
y me llevaron de vuelta a casa de David. Cuando salí del coche recibí un
mensaje. Era de David.
Mi parte de la
herencia.
Ese era otro de mis relatos. ¿Por qué me lo
enviaba? Entonces comprendí. David ya me había subido alguna vez algún relato
al blog. Él conocía el relato del ascensor. Él me conocía a mí, era de las
personas que más sabían de mí. Y ahora estaba con Nerea.
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