Así que aquí estoy yo, con una tarjetita de lo que le faltaba hacer. Un
sentimiento de rabia recorre mi cuerpo como un virus. Me levanto, salgo del
tanatorio con paso firme y me dirijo a casa. Esto no puede quedar así. Voy a ir
a buscarla, la volveré a traer y podrá aprovechar esta segunda oportunidad que
le han dado. Llego a casa, me siento en la mesa del comedor y empiezo a leer el
diario de mi abuelo. Estoy seguro que en esta libretita está la clave para traer
de vuelta a… a… ¡Jolín! No sé ni su
nombre. Todo ha ido tan rápido.
-¿Qué haces? – Una voz dulce y delicada me sorprendió hablando a un palmo
de mi oreja. Pegué un salto del susto y me quedé de pié, la silla cayó. Una
chica desnuda. Otra chica desnuda. Esta vez es de tez blanca, con el pelo
rizado y pelirrojo. Es como “Brave” de Disney pero con el pelo corto. Va tapada
con la manta que dejamos siempre al lado del sillón por si hace frío. Se está
riendo a carcajada limpia del salto que acabo de dar (puede que también de mi
grito de barítono).
-¡Ostras, no me asustéis así! – Se seca una lágrima causada por la risa y
me dice:
-¿”Asustéis”? ¿Yo, y quién más?
-Déjalo, es igual… ¿Sabes por qué estás aquí?
- No, la verdad es que no. –Se sienta en el sofá, recuerdo que debajo de
esa manta no tiene nada y le doy las prendas que le presté a la anterior
“enviada”.
-Anda, cámbiate en el lavabo, ahora te cuento de qué va esto.
Se levanta con paso animado, se quita la manta y se mete en el lavabo. Su
actitud confiada y despreocupada, tan diferente a la chica anterior me
confunde. Yo sigo leyendo el diario en el que salen recomendaciones que mi
abuelo dejó pero al rato escucho sollozos que provienen del baño. Abro la
puerta, la nueva chica está en la taza del váter llorando.
-Estoy muerta, ¿verdad? – Vale, eso sí que no me lo esperaba.
-Hey, tranquila, no pasa nada. Para eso estoy aquí. ¿Cómo sabes que… – no
quiero decir “muerta”, es un término demasiado fuerte - …ya no estás viva?
-Recuerdo ir en el coche con mi padre, por un camino de montaña. Se nos
cruzó un jabalí y él perdió el control. – me explica entre sollozos - Después
de eso no recuerdo nada más. Si hubiera estado en coma o algo así estaría en un
hospital, con bata. Pero supongo que esto es el cielo. ¿Tú también estás
muerto?
Estoy sorprendido, parecía una chica muy ingenua, pero ha deducido todo
eso en el poco rato que lleva aquí.
-No, yo no estoy muerto. Y esto tampoco es el cielo. En teoría debo hacer
que consigas cumplir tu último deseo antes de ir al “otro lado”.
-Oh, vaya gracias…
-No, gracias no. No quiero este trabajo. Voy a buscar a una chica que se
fue y luego renunciaré. El problema es que no sé cómo hacerlo.
-Vaya… ¿no te han dado un manual o algo?
-No, solo tengo este bloc de notas con consejos de mi abuelo, que tuvo
este trabajo antes que yo. –Le doy el bloc para que lo vea – Pero no he
encontrado nada útil aún…
-“Ayuda extra” – Lee ella en voz alta – “Si en algún momento crees que no
puedes conseguirlo y se te acumulan ‘enviadas’ solo tienes que gritar fuerte
‘creo que no puedo conseguirlo’ y vendrán a ayudarte. Yo lo he utilizado un par
de veces”
Le quité el bloc de las manos. Realmente mi abuelo había escrito aquello.
No puedo creerlo, hay una posibilidad de contacto con quien sea que está detrás
de esto. No pierdo nada por intentarlo.
-Vamos a ver si funciona, ¿no?
Ella asiente con una sonrisa, creo que también está emocionada pero no
tanto como yo. Cojo aire por los pulmones, me encaro hacia el techo de mi
comedor y grito.
-¡Creo que no podré conseguirlo!
(Este relato es la continuación de "Mi parte de la herencia", puedes leerlo aquí: http://olor-a-libro.blogspot.com.es/2013/04/mi-parte-de-la-herencia-1a-parte.html y aquí: http://olor-a-libro.blogspot.com.es/2013/04/mi-parte-de-la-herencia-2a-parte.html )