lunes, 17 de junio de 2013

Conejillo de indias (5ª Parte)

Me levanté al mediodía del día siguiente. Cogí la libreta para escribir mi experiencia mientras desayunaba. Creía que no había nadie en casa pero mi hermano estaba mirando la tele mientras jugaba a su PSP. En las noticias volvía a salir la noticia del cometa, pero no creo que a mi hermano le importara mucho. Le dije “buenos días” y me respondió con un gruñido.
Me puse a escribir mientras me tomaba el desayuno. A la tarde volví al laboratorio. Entré por la alcantarilla y abrí el portón. Me coloqué en la plataforma y el tubo sin final me miró con su ojo-cámara.
-Buenos días Ana.- le dije con una sonrisa. Ella no dijo ni palabra. La plataforma empezó a moverse.
Del fondo del laboratorio se escuchó la voz del profesor Jueves.
-¡Oh! Benja, vienes pronto. Ahora estoy contigo.
-Tranquilo profesor.
Empecé a fisgonear por el inmenso laboratorio mirando los cachivaches-Cogí una especie de cubo que tenía un guante lleno de cables conectados. Fui a meter la mano en aquello pero la mano del doctor me detuvo.
-No toques nada, haz el favor.
-¿Qué es esto?
- Es un dispositivo para controlar la forma y la densidad de los cuerpos nebulosos. Y es muy delicado.
Lo puse en la mesa con cuidado. Él acercó dos sillas y se sentó en una de ellas. Abrió la boca para hablar pero lo detuve levantando el índice. Cogí la libreta y se la enseñé. Vio que las tres primeras páginas estaban  escritas y las leyó. Sus expresiones iban cambiando según lo que leía. Acabó a los dos minutos.
-Esto… esto es ¡Perfecto! Es justo lo que quería. ¿De verdad hiciste todo eso ayer? – Asentí con la cabeza y una sonrisa. – Bien. Quiero verlo.
Volvió a coger otra mesa y otro lápiz y volvimos a hacer el experimento del día anterior. Volví a extender el brazo y coloqué mi mano como si estuviera a punto de coger el lápiz: acercando el pulgar y el índice, aunque la mesa estuviera a un metro de mí.
El lápiz empezó a elevarse paralelo a mi mano. El profesor tenía la boca tan abierta como sus ojos. Levanté el brazo hasta donde pude pero el lápiz continuó subiendo. Luego bajé la mano y el lápiz salió disparado y se clavó en una de las pizarras.
El profesor gritó emocionado como si su equipo hubiera metido un gol en la final de la champions.
-¡Qué pasada!  No pensé que lo dominarías tanto en tan poco tiempo.
-Gracias – Le dije. Me sentí cansado. No tanto como para dormir toda una noche, pero sí lo suficiente como para necesitar sentarme.
En ese instante sonó un teléfono. El doctor Jueves perdió su expresión de alegría. Su tez se quedó pálida y giró poco a poco hacia dónde provenía el sonido.
-¿Qué pasa doctor? – pregunté.
- El… el teléfono está sonando. Nunca había sonado antes. Es algo malo.
-¿Qué pasa? – Le susurré a Ana.
-Es el único teléfono que tiene el profesor, no le gusta que le molesten. Está conectado con la NASA, su antiguo trabajo. Dejó muy claro que solo lo llamaran para urgencias.
El profesor cogió el auricular y se lo puso en la oreja.
-¿Sí?… Sí, soy yo… ¿Cómo?... – me miró - ¿Un cometa? 

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