Me levanté al mediodía del
día siguiente. Cogí la libreta para escribir mi experiencia mientras
desayunaba. Creía que no había nadie en casa pero mi hermano estaba mirando la
tele mientras jugaba a su PSP. En las noticias volvía a salir la noticia del
cometa, pero no creo que a mi hermano le importara mucho. Le dije “buenos días”
y me respondió con un gruñido.
Me puse a escribir mientras
me tomaba el desayuno. A la tarde volví al laboratorio. Entré por la
alcantarilla y abrí el portón. Me coloqué en la plataforma y el tubo sin final
me miró con su ojo-cámara.
-Buenos días Ana.- le dije
con una sonrisa. Ella no dijo ni palabra. La plataforma empezó a moverse.
Del fondo del laboratorio se
escuchó la voz del profesor Jueves.
-¡Oh! Benja, vienes pronto.
Ahora estoy contigo.
-Tranquilo profesor.
Empecé a fisgonear por el
inmenso laboratorio mirando los cachivaches-Cogí una especie de cubo que tenía
un guante lleno de cables conectados. Fui a meter la mano en aquello pero la
mano del doctor me detuvo.
-No toques nada, haz el
favor.
-¿Qué es esto?
- Es un dispositivo para
controlar la forma y la densidad de los cuerpos nebulosos. Y es muy delicado.
Lo puse en la mesa con
cuidado. Él acercó dos sillas y se sentó en una de ellas. Abrió la boca para
hablar pero lo detuve levantando el índice. Cogí la libreta y se la enseñé. Vio
que las tres primeras páginas estaban
escritas y las leyó. Sus expresiones iban cambiando según lo que leía.
Acabó a los dos minutos.
-Esto… esto es ¡Perfecto! Es
justo lo que quería. ¿De verdad hiciste todo eso ayer? – Asentí con la cabeza y
una sonrisa. – Bien. Quiero verlo.
Volvió a coger otra mesa y
otro lápiz y volvimos a hacer el experimento del día anterior. Volví a extender
el brazo y coloqué mi mano como si estuviera a punto de coger el lápiz:
acercando el pulgar y el índice, aunque la mesa estuviera a un metro de mí.
El lápiz empezó a elevarse
paralelo a mi mano. El profesor tenía la boca tan abierta como sus ojos.
Levanté el brazo hasta donde pude pero el lápiz continuó subiendo. Luego bajé
la mano y el lápiz salió disparado y se clavó en una de las pizarras.
El profesor gritó emocionado
como si su equipo hubiera metido un gol en la final de la champions.
-¡Qué pasada! No pensé que lo dominarías tanto en tan poco
tiempo.
-Gracias – Le dije. Me sentí
cansado. No tanto como para dormir toda una noche, pero sí lo suficiente como
para necesitar sentarme.
En ese instante sonó un
teléfono. El doctor Jueves perdió su expresión de alegría. Su tez se quedó
pálida y giró poco a poco hacia dónde provenía el sonido.
-¿Qué pasa doctor? –
pregunté.
- El… el teléfono está
sonando. Nunca había sonado antes. Es algo malo.
-¿Qué pasa? – Le susurré a
Ana.
-Es el único teléfono que
tiene el profesor, no le gusta que le molesten. Está conectado con la NASA, su
antiguo trabajo. Dejó muy claro que solo lo llamaran para urgencias.
El profesor cogió el
auricular y se lo puso en la oreja.
-¿Sí?…
Sí, soy yo… ¿Cómo?... – me miró - ¿Un cometa?
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