-¿Abuelo?
En una de las mesas, jugando a póquer, mi abuelo me mira. Su expresión
cambia de sorpresa a confusión, pero luego se pone a reír.
-¿Ya la has liado? – Yo también empiezo a reírme, él se levanta - ¿Me has
echado de menos?
-No te emociones, viejo. Que no estoy aquí por ti. – Su aspecto de
anciano que tenía antes de irse no ha cambiado, pero su porte es joven y
desprende vida, valga la ironía.
Nos damos un abrazo. Volver a notar su olor y su fuerza rodeándome me da
paz. Me sacude el pelo tal y como le gustaba hacer antes de morir. Es él. Se me
escapa una lágrima.
-Cabrón – le digo riendo y llorando – te fuiste y me dejaste con todo
este lío. – Él me mira con condescendencia.
-Ya, lo siento, pero no podía hacer nada. Tenía prohibido contárselo a
nadie. Pero ahora estamos los dos aquí, puedo explicarte lo que quieras, a eso
has venido ¿no?
-Je, pues la verdad es que no, para nada. – Me mira confuso – Vengo a
buscar a la primera enviada. Quiero que tenga una segunda oportunidad, igual
que ella, - señalo a la chica pelirroja – Creo que este trabajo…
-¿Perdona? – La nueva enviada me interrumpe cogiéndome del brazo. – Yo no
quiero una segunda oportunidad. Quiero morir.
Lo que acaba de decir me descoloca por completo. ¡Les estoy haciendo un
favor!
Entonces lo recuerdo. Cuando a la primera enviada le expliqué lo que
había heredado me besó. Ella sabía que si lo hacía podría completar su viaje.
Una parte de mí no quiere entenderlo. Una parte de mí está convencida que lo
que quiero hacer es lo mejor, las chicas se merecen otra oportunidad. Pero otra
parte de mí sabe que no es lo que ellas quieren, su deseo es dejar el mundo de
los vivos sintiéndose completos. Miro a mi abuelo, me sonríe.
-Me recuerdas tanto a mí de joven… - me dice – La herencia que acabas de
recibir no es completa si no entiendes esto: todas las chicas que te enviarán
merecen haber tenido una vida completa, pero ya están muertas. Ya no pertenecen
a tu mundo. Por eso sus familiares y conocidos no la reconocen, porque no son
las mismas.
Miro a la chica, a la segunda enviada.
-Pensaba que me acompañabas porque me apoyabas. – Le digo. Ella me dedica una sonrisa
triste.
-Lo siento pero te he acompañado porque, desde el momento que me explicaste
por qué había aparecido en tu casa y tu intención de ir a buscar a la otra
chica, supe que debía venir contigo para que mi último deseo se cumpliera. – Me
abraza, me besa la frente – Gracias por todo.
Desapareció. Una tarjeta ocupa su lugar. La cojo.
Objetivo:
Vivir
una aventura
Cumplido
No hay comentarios:
Publicar un comentario