-¡Ana está con nosotros! – Dijo un hombre que
poseía un megáfono. Todos empezaron a gritar y a vitorear por lo que había
pasado. Su líder se había manifestado, estaban en éxtasis.
-Vámonos de aquí. – David volvió a coger el
brazo de su hijo y lo sacó de allí. Alejandro no entendía la violencia con la
que su padre lo arrancaba de la multitud pero no quiso oponerse mucho, estaba
muy excitado. Se subieron los dos en el coche.
-¿Has visto eso? –Dijo Alejandro emocionado -
¡Ha sido una pasada! Ana ha cumplido lo que…
-¡Cállate! No quiero que vuelvas a decir ni
una palabra de todo esto, no en mi presencia.
-Pero…
-Nada de “peros”. Vámonos a casa.
El viaje de vuelta a casa fue silencioso,
ninguno dijo una palabra, los dos tenían la misma expresión en sus caras. Llegaron
a casa y Alejandro se fue directo a su habitación y mostró su rabia dando un portazo.
La mujer de David se acercó curiosa.
-¿Qué ha pasado?
David se sirvió una cerveza y se sentó en la
mesa de la cocina.
-Esto es una locura. Pon la televisión.
Las cadenas de televisión ya estaban haciendo
un noticiario especial con las imágenes de los múltiples vídeo-aficionados que
asistieron. David le iba explicando cómo había ido la concentración completando
su narración con las imágenes televisivas. Al acabar cerró la televisión.
-¿Qué vamos a hacer ahora, David?
David tenía una expresión furiosa propia de
cuando se concentraba. Su mujer sabía que cuando ponía ese gesto estaba
pensando: era el mismo que ponía cuando resolvía sus crucigramas, pero a veces
daba miedo. Hubo un momento de silencio, David lo rompió.
-Mira, vamos a descansar. Supongo que mañana
en la comisaría abrirán un informe de actuación: lo de la secta ha roto la
línea de lo privado a lo público. Me presentaré voluntario para la
investigación. – Se levantó y se acercó a su mujer – Todo irá bien. – La besó
en la frente – Vamos a dormir.
A las tres de la mañana David aún no había
pegado ojo. Decidió cansar la vista mirando vídeos de la web suicidista a ver
si encontraba algún dato relevante que pudiera conducir la investigación hacia
alguna dirección. Llevaba viendo los videos subidos por los fieles durante
veinte minutos y entonces lo vio. ¡Aquella mano tenía huella dactilar! Era
parcial y visible sólo según la perspectiva desde donde el video era grabado,
pero podía combinar diferentes vídeos recogidos desde diferentes ángulos. Pasó la
noche haciéndolo. Combinó las capturas hasta tener una huella semi-completa de
aquella mano. Era un comienzo. Era un gran comienzo. Imprimió la huella, la
guardó y se fue a la cama satisfecho. Al día siguiente se levantó tarde a causa
de la falta de sueño. Había decidido hacer una investigación por su parte,
notaba que aquello era personal, debía arreglarlo sin los baches burocráticos
que estaba acostumbrado a ver en su comisaría. Llevó la huella al edificio de
la policía científica. Allí conocía a uno de los trabajadores, Gabriel, habían
sido amigos desde la universidad. Pedirle que buscara una huella en la base de
datos no era un favor imposible. De hecho iba a cambiar ese favor por una taza
de café. David esperó en el mismo bar de siempre hasta que Gabriel tuvo la
concordancia de la huella.
-Vaya, tienes unos amigos muy raros. – Le
dijo Gabriel cuando llegó al bar.
-No esperaba que fuera alguien normal ¿Quién
es el dueño de la huella?
-Héctor Jueves. Sí, se apellida como el día
de la semana. Es una especie de “científico loco”. – Gabriel le enseñó un
informe con fotos del individuo. – Fue detenido por realizar experimentos en
humanos. Utilizaba vagabundos para realizar pruebas, estuvo en la cárcel por
ello. No mató a nadie, así que la condena no fue muy larga, ya sabes cómo es la
justicia en este país. Era licenciado en Biología y en la cárcel complementó
sus estudios con biotecnología. ¿Quién estudia biotecnología en la cárcel?
Joder… Estás pensando algo, has puesto la cara de pensar. – Le dijo a David con
una sonrisa.
-¿Eh? Si, la verdad… He visto a este hombre
en otro sitio.
-Ten cuidado. No sólo por hacer una
investigación por tu cuenta. Este tío es peligroso, si te captura no dudará en
hacerte objeto de sus experimentos.
-Sí, iré con pies de plomo. Gracias por todo.
-Oye, ¿Puedo hacerte una pregunta? – David
asintió - ¿Quién este tío para ti? ¿De dónde has sacado la huella?
David suspiró con fuerza. No sabía si
explicarle o no lo sucedido hasta ese momento. Le dio un sorbo a su café.
-Creo que este hombre está detrás de todo el
asunto de los suicidistas. – Gabriel no hizo ninguna expresión, siguió
mirándole serio con los brazos cruzados, como esperando a que continuara. David
sabía que Gabriel era su amigo, que podía confiar en él, que estaría dispuesto
a perder su trabajo para proteger lo que pudiera confiarle. David le explicó,
sin darle muchos detalles, cómo consiguió la huella y porqué quería llegar al
fondo del asunto sólo. Al acabar su discurso Gabriel sólo levantó una ceja y
dijo:
-No creo que hagas lo correcto, debes confiar
en todo el cuerpo de policía que tienes a tu disposición. – Hizo una pausa, se
acabó de tomar su café – Pero si necesitas ayuda sabes dónde encontrarme.
Se levantó, le dio la
mano a David y se marchó del bar.