jueves, 30 de enero de 2014

El último suicidista (8a parte)

No tardó en encontrar al hombre que buscaba a pesar de que en la foto lucía un peinado arreglado y un afeitado impecable y cuando David lo localizó tenía una melena descuidada y una barba de tres días. Realmente no quería hablar con él. Lo siguió, intentando pasar desapercibido. En cierto momento Héctor salió del campamento y se dirigió por la calle paralela al ayuntamiento, allí entró en un garaje que aparentaba estar cerrado con llave. David lo siguió y entró por el mismo lugar. El garaje solo tenía una puerta que daba a un pasillo subterráneo débilmente iluminado por luces de emergencia, David calculó que estaban pasando por debajo del mismo ayuntamiento. El pasillo finalizaba con otra puerta y David no imaginaba lo que iba a encontrar.
Delante de sus ojos había un almacén inmenso lleno de cajas de dispositivos ANA dispuestos de manera ordenada en altísimas estanterías. David avanzó un tramo de un pasillo que formaban las estanterías maravillado por su visión hasta que localizó una habitación en una esquina del almacén. Cogió su pistola y, apuntando hacia el suelo, se acercó sigilosamente a la puerta. Estaba abierta y la empujó con el hombro para abrirla poco a poco mientras analizaba cada detalle de la habitación que hacía las veces de taller informático. En todas las paredes habían arrinconadas mesas con ordenadores, en las pantallas se podía ver programas abiertos de edición de audio, ventanas con la web de los suicidistas y foros de opinión. Delante de uno de los ordenadores estaba sentado Héctor Jueves de espaldas a la puerta. David levantó la pistola y le apuntó en la nuca.
-¡Policía! – Gritó David, Héctor se quedó inmóvil – No haga ningún movimiento raro, le estoy apuntando con un arma.
El hombre levantó las manos y giró su silla de oficina lentamente. Cuando vio a David sonrió. Se levantó y bajó los brazos.
-Vaya, por un momento pensaba que iba en serio. – Dijo. David no lo entendía. Disparó al techo.
-¿Te crees que esto es de broma? Vuele a levantar las manos y ponte de rodillas. Estas arrestado.
Héctor rió con una carcajada estridente. Cuando acabó, suspiró y se frotó los ojos con la mano.
-Mira, pareces un tío listo. – Dijo Héctor. David hizo un gruñido parecido a una risa ahogada. – De verdad te lo digo. No sé si eres policía porque no me has enseñado la placa. Pero puedo ver que, en caso de que lo fueras, me has encontrado solo. Y no te alabo por seguir a un hippy a un subterráneo si no porque estoy seguro que sabias a qué hippy tenías que seguir. ¿Cómo me has encontrado? Si puede saberse…
David vaciló.
-Dejaste una huella en aquella mano… la verdad es que no fue fácil. – David también sonrió, la confianza que aquel hombre desprendía lo hacía con una esencia de inteligencia que David, más allá de respetar, veneraba. No era la primera vez que la encontraba.
-¿Una huella? Vaya, tendré que revisar su efecto una vez más…
Se acercó a un teclado de los ordenadores, pero antes de apretar nada David hizo un movimiento brusco que Héctor percibió como un aviso de no hacer ninguna tontería. Héctor volvió a sonreír pero esta vez con lástima en sus ojos.
-Vaya, no entiendes nada de esto, ¿verdad? – Hizo una pausa y se puso las manos en la espalda – ¿Sabes dónde estamos? – Al no recibir respuesta por David siguió hablando – Esto es el núcleo de la salvación del mundo.
-¿Salvación? ¿Darle herramientas a la gente para un suicidio aceptado por sus iguales es salvarlo?
-¿Es así cómo lo ves? El árbol no te deja ver el bosque. ¿Sabes cuál es el principal problema de este mundo? Que hay demasiadas personas. Y no me malentiendas, no soy un loco que desea exterminar a la humanidad de la faz de la tierra. Sólo quiero eliminar su excedente. Las personas que no creen que merecen vivir en este mundo no hace falta que sigan aquí. Yo sólo les doy apoyo moral.
-¡Eso no es apoyo moral! Es una mentira envuelta en papel de regalo.
Héctor rió. David siguió apuntándole.
-Buena analogía. Sí, es algo así. Pero…
-¡Nada de “peros”! Ahora mismo te llevo a comisaría, vas a tener que explicar todo lo que has hecho a mucha gente.

-Sigues sin entenderlo. ¿Crees que estoy solo en esto? ¿No ves que yo solo no podría subvencionar todo esto? No has pensado que, quizás estoy respaldado por… ¡oh!

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