miércoles, 19 de febrero de 2014

El último suicidista (11a parte)


Cinco meses más tarde Gabriel entró al centro penitenciario donde David cumplía condena por desorden público y desobediencia al protocolo policial al cual había jurado fidelidad. Tenía un aspecto tranquilo y despreocupado.
-Buenos días compañero. – David lo recibió con una sonrisa.
-Buenos días. ¿Cómo va todo? ¿Cómo va la investigación?
-Bien, estamos trabajando mucho. En teoría no puedo contarte nada. – David hizo una mueca de desaprobación – Pero me da igual, te lo contaré de todas formas. El tío que mató tu hijo era la punta del iceberg. Descubrimos sus contactos en el almacén que nos dijiste, pudimos detener toda la locura que había detrás: una organización religioso-naturalista, tan grande como el país, esperando beneficiarse de los dispositivos ANA y esperando el momento correcto para detonarlos todos. Decían que las personas capaces de instalarse el dispositivo eran débiles de mente, un excedente prescindible, un error de la evolución…
-¿Y Ana? ¿De dónde salió esa chica?
- Ana era la única genuina en todo el proceso. Se mató de verdad. Esta organización simplemente aprovechó la situación para crear toda la movida. Los vídeos de internet eran cosa de Héctor Jueves, simple modificación de voz. Antes de que lo preguntes, la mano también. Un invento de Héctor que hizo utilizando efectos ópticos, humo, espejos y luces. La organización lo contrató estando él en la cárcel.
-Vaya. ¿Y ahora que hacéis? Me has dicho que seguís trabajando…
-Buscamos a más sospechosos, casi todo peces gordos, e intentamos relacionarlos con Héctor Jueves. También buscamos fieles que quieren seguir con la filosofía suicidista a través de internet o con concentraciones ilegales… hay mucho trabajo.
-Bueno, aun así parece que lo estáis haciendo bien.
-Tú, viendo la que se avecinaba te las apañaste para tener una excusa y no currar tanto, ¿no?
Se rieron los dos. Luego hubo un silencio. Gabriel sabía lo próximo que iba a preguntar David.
-¿Cómo está…?
-¿Tu mujer? Bien. Bueno, no. He hablado un par de veces con ella, te culpa de lo que le pasó a Alejandro. Está con los papeles del divorcio.
-Eso explica que no venga a visitarme nunca…
-Hey, no pasa nada. En comisaría eres todo un héroe. ¿Sabes cuál es tu apodo? David, “el asesino de la muerte”. En internet está volando el vídeo de tu discurso final. Te llaman “El último suicidista”. Eres una leyenda. Yo estoy muy orgulloso de poder decir que soy tu amigo.
David no dijo nada. ¿Era un héroe? ¿De qué le servía? “Papá salva al mundo” Sonaba en su mente cada vez que necesitaba fuerzas. Pero, ¿había hecho eso por él mismo? ¿Por su hijo? Cada vez pensaba más en el vídeo del suicidio de Ana. Lo había hecho por inercia, ya no le quedaba nada que lo atara a este mundo. Había un pensamiento que restringía, pero el cual no podía atar del todo: ¿Hubiera preferido morir en la explosión, aplastado por el edificio? Le ponía el pelo de punta pensar en ello. Pero probablemente era así, él era el último suicidista. 

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