jueves, 11 de abril de 2013

En coma



Me desperté después del sueño más profundo que había tenido. ¡Y tan profundo! Había estado en coma 12 días exactamente. Un coche me había atropellado, y me dejó inconsciente en la carretera. La parte curiosa de esta historia era que realmente nunca estuve mal. Me explicaré.
Al despertar del coma, vino un doctor, sonriente.
-          Buenos días Alfonso.
-          ¿Cómo? Me llamo Alejandro.
-          ¿Recuerda algo de lo que le ha pasado? – No me escuchó.
-          Si, recuerdo levemente un coche. Pero le vuelvo a decir que me llamo…
-          ¡¡Alfonso!!
Una señora rubia, con los ojos claros se tiró encima de mí. ¿Quién era aquella extraña? ¿Mi mujer? Mi mujer también era rubia y con los ojos claros, pero ella no era mi mujer. Lo recordaría.
-          ¿Cómo estas, Fonso? – Dijo
-          Tiene un poco de amnesia, no recuerda su nombre. – Dijo el doctor
¡Si que recordaba mi nombre! Me llamaba…
-          ¡Papá! – Unas vocecillas dulces, de unas niñas de unos diez años, me rompieron el tímpano.
-          ¿Quiénes sois vosotras? – Yo tenía dos hijas, de diez años, con voces dulces, pero no eran aquellas. – Doctor, tiene que escucharme. No soy Alfonso, soy Alejandro. Y tengo mujer e hijas, pero no son ellas.
-          Tranquilo Alfonso, poco a poco irás recuperando la memoria.
Me dieron el alta una hora más tarde. Mi “mujer” me llevó hasta mi coche. El coche lo recordaba. Un Renault Clio rojo, lo compramos cuando nacieron las niñas, pero la matricula era diferente, los peluches que habían para las niñas eran diferentes…
¿Qué estaba pasando? ¿Me había pasado como en la película “Family man” que algo de mi pasado había cambiado y estaba viviendo una vida totalmente diferente? ¿Estaba en la cabeza de otra persona? ¿Tenía un tipo de alzhéimer diferente? ¿O es que el doctor tenía razón…? No, eso no podía ser.
Llegamos a “mi” casa, y hubo algo que me descolocó por completo.
-          ¡Hijo mío, ven aquí!
El abrazo de aquella mujer me dio algo que había esperado durante mucho tiempo. Era extraño que entre toda aquella confusión, la única cosa que no cuadraba en mi vida fuera algo tan familiar para mí. Algo que nunca había conocido me llenó de una sensación de calidez en todo el cuerpo.  Mi madre. La madre que me había faltado toda la vida. Yo era huérfano; y en mi casa de verdad, con mi mujer y mis hijas de verdad, con el coche de verdad, no vivía mi madre.
¿Qué era lo que no cuadraba? Fui a lavarme la cara, en el baño y me miré en espejo. Entonces lo entendí.
Cogí aquel desconocido coche, y me dirigí tan rápido como pude al hospital. Pedí que me dieran el número de habitación a mi nombre. A mi verdadero nombre. Subí hasta la habitación. Entré.  Y allí estaba mi familia, llorando a los pies de la cama de alguien que no era yo. Era idéntico a mí. Mi desconocido hermano gemelo. 

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